viernes, 3 de diciembre de 2010

¡Para estar bella veo estrellas!



Cortesía de: Google.
Hasta hace cuatro meses el estar delgada, saludable y ejercitada era una idea que nunca había rondado mi mente. Entonces, todo cambió. Lo que comenzó como un “voy a tratar” se ha convertido en un absoluto reto para mí.
Conocer una buena rutina, modificar mis hábitos alimenticios, evitar el sedentarismo poniendo mi cuerpo en movimiento, evadir las comidas ricas en grasa, las tan adoradas bebidas gaseosas o mi tan amado pie de limón semanal sonaba aterrador.  Me sentía incapaz de redireccionar mi vida hacia la belleza física, la delgadez y el ejercicio.

Hace casi tres meses que asisto diariamente al gimnasio. La primera semana fue de adaptación. Realizaba puros ejercicios cardiovasculares para ir acostumbrando el cuerpo al entrenamiento. A la siguiente semana le comuniqué mis prioridades al entrenador: adelgazar y tonificar brazos, abdomen, piernas y la “colita”. Él inmediatamente después de escucharme me diseñó una rutina de alimentación y ejercicio. La balanza para ese entonces marcaba 60 kilos, mi meta: unos adorables 50.
Cuando uno de nuestros deseos es adelgazar debemos pedirles siempre asesoría a personas especializadas en nutrición y rutina física de ejercicios. Sólo ellas están capacitadas para determinar según nuestras necesidades, cuáles hábitos debemos abandonar y a cuales les debemos dar una fraternal bienvenida para obtener resultados positivos.
Puesto que una de mis necesidades era adelgazar, mi entrenador diseñó el siguiente plan de trabajo físico y contenido alimenticio que me permitiría perder 750 gramos semanalmente: ingerir muchas frutas y verduras, trotar 40 minutos diarios, ejercitarme diariamente con pesas y máquinas, realizar ejercicios aeróbicos por lo menos dos veces por semana e ingerir mucha, muuuuchaaa agua.
Esfuerzo versus recompensa
Cortesía de: Google.
He aprendido a entender esta rutina como un todo. Al principio pensé que con ingerir muchas frutas y tomar agua sería suficiente para bajar de peso. Pero poco tiempo después entendí que no. No bastaba con estos dos pasos, sino que debía existir una especie de matrimonio inseparable entre cada uno de los pasos que conforman la rutina. Cuando empecé a cumplirlos todos, en conjunto, empecé a notar los cambios. Menos calorías y más ganas de seguir adelante con esto.

Confieso que no ha sido para nada fácil. Ha sido un cambio de 360°. Ese plan ha revolucionado mi vida. No caer en la tentación de retomar mis hábitos alimenticios de ingerir comida chatarra, muchas tortas, pie de limón, helados, donas, torta de queso o gaseosas ha sido un reto diario. Entrenar dos horas al día en el gimnasio me ha valido muchos moretones y agallones en el cuerpo. La popular consigna de que "para estar bella hay que ver estrellas" acompaña mi esfuerzo inseparablemente.

Trotar ha sido quizá la actividad más placentera. Para esto mi iPod es imprescindible. De hecho, la canción que escuchan de fondo se convirtió en mi himno deportivo. Apenas la escucho sé lo que tengo que hacer: trotar 40 minutos y quemar muchas calorías.
Han sido casi tres meses de subidas y bajadas emocionales. Muchas veces he querido desistir, pero el sacrificio ha valido totalmente la pena. Me ha costado un mundo y no lo niego, pero la balanza me ha sonreído en virtud a mi constante esfuerzo. Mi peso actual: 57 kilos, mi meta: siete kilos menos y muchos días más con este reto.

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